Dicen que del cerdo se aprovecha todo, hasta las oportunidades de negocio. Y es por ese motivo que dos emprendedores españoles, Sergio Marsal y Manuel Murga, soñaron en 2009 llevar el cerdo ibérico español a quienes más lo necesitan: los buenos 'gourmets' norteamericanos. Una genialidad que partía con notables barreras: las férreas leyes estadounidenses de comercio exterior. Porque no se trataba únicamente de importar jamón y carnes nobles españolas, sino que estos empresarios querían ir más allá y seguir la estela de Cristóbal Colón, quien partió en su segundo viaje a América con ocho cerdos vivos en las bodegas. “No sabemos de qué raza eran pero, dado que zarparon de Sevilla, probablemente eran ibéricos”, explicó Marsal en una entrevista paraRadio Exterior.
Aunque un viaje a las Indias era en el siglo XV una verdadera odisea, el proyecto de instalar una granja de cerdos ibéricos en un país donde eljamón cinco jotas se cotiza a precios astronómicos no resultó nada sencillo. “Tuvimos que esperar hasta 2014 para poder transportar un centenar de puercos en avión, porque España se encontraba en plena peste porcina, y porque no existía hasta entonces ningún acuerdo internacional”, cuenta. Finalmente, consiguieron ejercer presión junto con otros productores nacionales que querían cruzar el charco para que se crease un tratado bilateral de importación y exportación porcinas entre Estados Unidos y España.
El largo viaje del cerdo español
No zarparon del Puerto de Palos, pero tuvieron que viajar por carretera hasta Ámsterdam y luego, de allí, tomar un avión. Volaban a bordo 150 puercos -145 hembras y cinco machos de cinco razas diferentes-. “Lo de transportar animales vivos fue una locura que no pensamos volver a hacer, al menos en unos 10 años… Por eso escogimos a los cerdos a conciencia; lo hizo mi socio, Manuel Murga, que es ingeniero agrónomo y tiene experiencia en la cría”, dice el empresario.
Pero la odisea no acabó al llegar a suelo americano, porque entonces, cuenta Marsal, tuvieron que pasar la cuarentena en una “Isla Ellis para animales”, en Nueva York, hasta que las analíticas concluyeron que estaban perfectamente sanos.
En Flatonia, un pueblecito del estado de Texas que tiene en su haber una de las mayores extensiones de encinas del mundo, instalaron un rancho donde pudiesen reproducirse. “Flatonia es un pueblo de menos de 1.500 habitantes y nosotros ya tenemos unos 2.000 cerdos. Hay más animales que personas y cuando aterrizamos allí nadie sabía lo que era el cerdo ibérico...”, bromea Sergio Marsal.
Actualmente, la empresa que crearon, Acorn Seekers ('Buscadores de bellotas'), ha instalado ya tres granjas, dos en el estado de Texas y una en el norte de Florida, en el camino de la autopista interestatal 10, donde hace siglos los primeros conquistadores españoles crearon laOld Spanish Trail, un corredor que unía San Agustín con San Diego. Lo que invita a identificar a Murga y Marsal como una suerte de nuevos evangelizadores de la marca España, pero esta vez a través de sus jamones curados y, sobre todo, de sus carnes de secreto ibérico. “Evidentemente, no es la dehesa española, pero hemos intentado adaptar las mejores cosas de nuestro país (el cerdo) a Estados Unidos con bastante soltura y calidad. Así que cuando llega la época de montanera, en invierno, trasladamos los cerdos que ya han sido criados a las fincas para que se alimenten durante unos cuatro o cinco meses”, explican estos buscadores de bellotas y oportunidades de negocio, que ya han realizado, como cuentan,su primera matanza.
Los jamones, en cambio, tardarán al menos un par de años en curarse en las secadoras -2018, el año de los pata negra-, pero al menos chefs de más de 50 restaurantes del más alto nivel esperan salivando que lleguen las primeras lonchas de ibérico 'made in' Estados Unidos.
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