miércoles, 18 de septiembre de 2013

Como medir la rentabilidad agricola

Para evaluar la marcha y perspectivas del cultivo de granos, no alcanzan las metodologías tradicionales, sino que es necesario una perspectiva más amplia y recurrir a modelos económicos-financieros más complejos.

Es muy habitual, a la hora de evaluar la marcha y perspectivas del cultivo de granos, recurrir a una metodología tradicionalmente utilizada por los analistas del sector: la estimación de márgenes brutos por hectárea para modelos determinados de explotación. Los resultados de esta metodología pueden servir como referencia para la toma de decisiones productivas pero es muy poco apropiada para llevar a cabo un análisis sobre la conveniencia o no de un determinado cultivo. Pues es una metodología de contabilidad de partida simple, muy rudimentaria.

El agrícola puede ser evaluado en términos económico-financieros como cualquier otro negocio, teniendo en cuenta el equilibrio entre la rentabilidad y el riesgo (el clima, los precios, cambiaria, financiera, etc.). En este sentido, la metodología de márgenes brutos tiene algunas limitaciones importantes, pues por ejemplo no es capaz de capturar las variaciones que debe sufrir la remuneración del factor “tierra” (precio), frente a cambios en los ingresos o costos esperados. Es decir, ante variaciones en los costos de los otros factores de producción, el valor del arrendamiento debe modificarse para que esa relación de riesgo-rentabilidad siga equilibrada.

Cuando la relación de los costos y los ingresos se modifica, necesariamente debe modificarse el valor de la renta de la tierra. Pues si así no fuese, el arrendatario o inversor sería el único que ajusta su (rentabilidad) ante cambios en los precios de los factores, excepto el de la tierra. Esta constituiría una mirada muy parcial sobre el negocio agrícola y tendería a hacer sacar conclusiones que luego en la realidad no se verifican. Para tener una perspectiva más amplia es necesario recurrir a modelos económicos-financieros más complejos (por ejemplo CAPM -Capital Asset Pricing Model- o APT -Arbitrage Pricing Theory-) y considerar a la tierra como uno de los factores de producción cuyo precio variará de acuerdo al comportamiento del resto de variables del mercado y por sobre todo a la relación de ese momento entre costos e ingresos esperados. Permiten por lo tanto contestar: dado estos precios relativos, ¿cuál es el arrendamiento máximo que se puede pagar?

Esto puede observarse más claramente en un pequeño ejercicio de teoría económica básica. Suponiendo que la rentabilidad esperada de una inversión que se realiza en el sector remunera los factores de producción (tierra, trabajo y capital) y que, luego de pagar la renta de la tierra y la mano de obra, el inversor (arrendatario) obtiene sólo la retribución por la espera y el riesgo asumido, el resultado debería ser 0. Si el resultado alcanzado fuera superior o inferior a cero el inversor estaría ganando más o menos de lo que le corresponde por el riesgo asumido:


Donde:


Conceptualizado lo anterior, si se asume que ocurre un aumento en los costos (por ejemplo, en mano de obra), los efectos que se deberían esperar para la presente campaña, suponiendo los ingresos constantes, es que caiga la renta de la tierra. Podemos verlo en el ejemplo como:


Para que ese aumento sea compensado necesariamente debe bajar la renta de la tierra, que es uno de los precios del mercado que varían ante las condiciones cambiantes del contexto.

De hecho, otra manera de comparar la utilidad de los distintos modelos de análisis del negocio agrícola es desde una perspectiva histórica. En Argentina, entre fines del año 2009 y principios de 2010, el modelo de márgenes brutos también arrojaba resultados sumamente desalentadores para los arrendatarios, para los cuatro principales granos: trigo, girasol, maíz y soja, lo que habría pronosticado la caída total del sistema de alquileres de tierra para producción agrícola. En la realidad, esto no sucedió y el sistema sigue funcionando. Si uno mira trabajos realizados con métodos modernos de análisis del negocio agrícola que han utilizado series de mas de 30 años se llegan a las conclusiones que defendemos en este artículo.Cuando hay cambios en la relación de los costos y los ingresos, los arrendamientos cambian.

Lo esperable, ante las expectativas actuales de precios de los productos y los insumos de producción, sería que los precios de los arrendamientos disminuyan para no socavar completamente la rentabilidad de los arrendatarios.

Lejos esta entonces la conclusión de que la actual -y transitoria- relación entre ingresos y costos para aquellos que arriendan, genere un desincentivo a la siembra o pérdidas importantes en los bolsillos de los productores arrendadores. El efecto es que los arrendamientos disminuirán: diferimiento en los pagos, bajas en los montos, cambios en las estructuras en los contratos, etc. son algunas de las soluciones más comunes que se ven en campañas como esta.

Pues lo contrario supondría que los productores agropecuarios argentinos carecerían de sentido común, cuestión que se contrapone con la fama legítimamente ganada de ser los más eficientes del mundo.

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