miércoles, 20 de abril de 2011

Principales enfermedades del trigo y su manejo


Se estima que anualmente se registra una pérdida de aproximadamente 20 % por efecto de las enfermedades, debido a que estas hacen que la planta baje su rendimiento y por ende la calidad de sus granos. 

Es importante tener en cuenta que las condiciones climáticas tienen un factor preponderante para la aparición de las enfermedades, principalmente la temperatura y la humedad foliar. 

Por tanto, la humedad es el factor determinante esencial en la ocurrencia de las enfermedades en las plantas, la temperatura retarda o acelera el proceso de reproducción del patógeno. El número de generaciones de un patógeno está en función de la temperatura. Por tanto, para lograr la disminución del desarrollo de epidemias y minimizar el daño económico, se recomienda llevar adelante un manejo integrado de enfermedades. 

MANEJO INTEGRADO DE ENFERMEDADES (MIE) 

El objetivo del manejo integrado de enfermedades es mantener la 
enfermedad debajo del nivel de daño económico y minimizar los efectos del ambiente. 
El manejo integrado se fundamenta en 3 aspectos que deben complementarse o manejarse en forma conjunta para alcanzar el máximo beneficio en la protección de cultivos frente a cada una de las enfermedades. 

El manejo integrado de las enfermedades tiene como ejes principales para el control de los problemas la resistencia genética; el control cultural y el control químico. 

Este es uno de los métodos más efectivos de control para patógenos biotróficos como la roya de la hoja (Puccinia triticina) y roya del tallo 
(Puccinia graminis tritici) y el oídio (Blumeria graminis, sin. Erisiphe graminis tritci), pero lamentablemente no es estable en el tiempo. 
La aparición de un nuevo biotipo produce un quiebre de la resistencia y variedades anteriormente resistentes se vuelven susceptibles. 
Para manchas foliares producidas por Drechslera tritici repentis y mancha marrón (Helminthosporium sativum), patógenos necrotróficos (tienen como sustrato los rastrojos del trigo), no se cuenta con un nivel adecuado de resistencia genética. 

Las variedades cultivadas actualmente solo tienen una resistencia parcial, lo que significa un comportamiento moderado frente a las mismas. 
La expresión de la resistencia a mancha amarilla se presenta como menor intensidad de lesiones, y los síntomas en hojas superiores no sobrepasan el 20 a 30 %. 

Esta es la razón por la cual se recomienda el uso de variedades de diferentes bases genéticas y asimismo diferente ciclo vegetativo. 
De esta manera, se favorece el escape de variedades con resistencia moderada a royas y con resistencia parcial a manchas foliares, e incluso es un mecanismo para reducir el efecto de heladas en estado reproductivo. 

Para enfermedades de la espiga, como fusariosis y piricularia o bruzone, no existe resistencia, incluso a nivel mundial y la disponibilidad de 
variedades es de moderada a alta susceptibilidad. En este caso, se debe 
recurrir al control químico.
 
EL MEJOR ALIADO ES LA RESISTENCIA GENÉTICA 

Lo primero que tenemos que saber cuando elegimos el cultivar a sembrar es el comportamiento sanitario de la variedad y su resistencia genética, por lo que esto constituye la primera opción, la más económica y eficaz para el control de enfermedades. 

Cuando se selecciona una variedad, normalmente se tiene en cuenta el potencial de rendimiento. Esto debe complementarse con una adecuada evaluación de la resistencia genética de la variedad a las enfermedades. 

En el caso de manchas foliares, no se dispone de variedades con una resistencia satisfactoria, sin embargo, existen algunos con susceptibilidad moderada, que en el contexto de un manejo integrado de enfermedades contribuyen a reducir los efectos negativos de las mismas. 
La roya de la hoja es una enfermedad endémica (se encuentra en algunas regiones) en el país y su ocurrencia es independiente del sistema de labranza utilizado o de las rotaciones. La mayoría de las variedades comerciales utilizadas tienen un moderado nivel de resistencia. 

La siembra en grandes extensiones de cultivares susceptibles, como CD 104, CD 105 favorecen la aparición de nuevas razas del patógeno. 
En los últimos años, la aparición de las razas como la B50, B55 ha producido una disminución de la sensibilidad de los fungicidas triazoles para el control de las mismas. 

CONTROL CULTURAL 

Este tipo de control tiene la ventaja de ser altamente eficiente, compatible con los sistemas de producción, es de bajo costo y poco contaminante. 

El sistema de labranzas y rotaciones son dos aspectos de manejo del cultivo que están estrechamente relacionados al manejo de enfermedades, bloqueando el ciclo de vida de los patógenos. Estos manejos son muy importantes en el caso de manchas foliares y de las pudriciones. 

En el sistema de siembra directa, los rastrojos que quedan después de la cosecha constituyen la fuente de inoculo principal para la primera infección de mancha amarilla. 
En el Paraguay, según estudios realizados, los rastrojos se descomponen entre los 15 y 17 meses después de la cosecha, lo que nos indica que con un año es suficiente para eliminar la mayoría de la fuente del inoculo causante de la mancha amarilla. 

Este tipo de manejo es muy importante para las manchas foliares, donde la resistencia moderada de los cultivares deben complementarse con un manejo adecuado del cultivo, de manera de evitar el contacto del hospedero susceptible con el patógeno. 

De la misma manera, rastrojos de maíz, antecediendo al trigo, pueden aumentar la posibilidad de infecciones severas de Fusarium graminearum cuando existen condiciones favorables para la infección. 
El control de trigos guachos, conocidos como “puentes verdes”, como asimismo de malezas gramíneas, hospederas de patógenos de trigo también debe formar parte de la rotación. Se debe tener en cuenta que el uso de semilla infectada contribuye a reintroducir el patógeno en lugares donde los mismos fueron erradicados por medio de la rotación de cultivos, por lo que se recomienda un buen tratamiento químico para los cultivos en rotación (cuadro curasemillas). La misma recomendación es válida cuando se siembra el trigo en áreas nuevas.

Para el caso de la piricularia, las fechas de siembra deben adecuarse a la recomendación oficial. Las siembras tempranas (primera quincena de abril) tienen mayor posibilidad de ataque, si se producen condiciones de alta temperatura y humedad en el mes de junio, coincidente con el veranillo de San Juan, cuando el trigo estaría en plena floración. 

Sin embargo, en la mayoría de los casos existe poca alternativa rentable para un esquema de rotaciones de cultivos en el invierno, siendo la avena la mejor especie para la rotación con el trigo, porque no es atacada por el hongo causante de mancha amarilla y, además, deja una buena cantidad de residuos en la superficie. 

USO DE FERTILIZANTES 

El componente principal de la producción de trigo es la fertilización, que en nuestro país es la nitrogenada principalmente. En la mayoría de los casos el productor no tiene acceso a una formulación con adecuada dosis de nitrógeno como es el 18-46-0, que se ha utilizado durante varios años. 
Hoy día se está utilizando la formulación recomendada para soja, como el 4-30-10 en la dosis de 150 a 200 kg por hectárea, y solo en algunos casos utilizan urea en cobertura en la dosis de 30 a 40 kg por hectárea, lo que significa alrededor de 30 kg de N por hectárea. Por regla general, puede considerarse que un cultivo con un buen estado nutricional tendrá mayores posibilidades de tolerar los daños causados por enfermedades. 
Las condiciones climáticas muy impredecibles de Paraguay, donde en invierno ocurren moderadas a altas temperaturas y frecuentes lluvias, son ambientes muy favorables a la infección por manchas foliares y fusariosis. Con estas condiciones climáticas, sumadas a una resistencia genética deficiente de las variedades de trigo disponibles, se hace necesario el control químico. 

CONTROL QUÍMICO COMO PARTE DEL CONTROL INTEGRADO 

Los fungicidas deben ser aplicados en el momento oportuno, lo cual tiene relación con el estado fenológico del cultivo. En ese sentido, es importante 
monitorear semanalmente el cultivo desde la etapa de encañazón. 
Se recomienda muestrear todo el cultivo, contando macollos o tallos al azar en número de 50 por lo menos. Para evaluar las hojas, se debe observar la severidad del problema, es decir, la proporción de área foliar afectada por manchas típicas de mancha amarilla o cubiertas por pústulas de la roya, para lo cual se deben tener en cuenta solamente las hojas desplegadas y no evaluar las hojas secas. 

La suma del total de hojas enfermas dividido por el total de hojas evaluadas demostrará la severidad del problema. Normalmente, cuando se encuentra una severidad de 5 a 7 % tanto para manchas foliares o roya, se sugiere realizar la protección química. 

La incidencia o número de plantas enfermas es otra alternativa, y resulta más cómodo para el productor o agente de asistencia técnica. Con un 40 % de incidencia de plantas, se debe iniciar el control químico, independiente del estado de desarrollo del cultivo. 

MOMENTO DE APARICIÓN DE ENFERMEDADES 

En nuestras condiciones, la mayoría de las enfermedades aparecen en el estado de embuchamiento (bota) a floración. A partir de esos estados fenológicos, y si las condiciones son favorables, la enfermedad se incrementa rápidamente. 

Cuando la hoja bandera esté totalmente desplegada, y si se observan síntomas en las hojas inmediatamente inferiores se recomienda aplicar los fungicidas. Cuando se realice el tratamiento, la hoja bandera debe estar sana. 

Para la fusariosis, se recomienda la protección química a partir de la espigazón; se deben tener en cuenta las condiciones climáticas favorables para el desarrollo. La infección se produce básicamente a través de las anteras desde inicios de floración hasta las primeras etapas de formación de grano con condiciones de humedad alta (80 %). 

En estas condiciones, el mejor momento de aplicación es plena floración (anteras fuera de las espigas). La aplicación es netamente preventiva. Una vez observados los síntomas, no se debe aplicar. 

El mismo principio se aplica para la prevención de la piricularia. En ambos casos, la aplicación de fungicidas no es muy efectiva, debido a la poca 
sistemicidad de esos órganos (glumas). 


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