martes, 4 de enero de 2011

¿Quién ha visto ruso sembrando plátano?

¿Quién ha visto ruso sembrando plátano? ¿Una gente incapaz de distinguir un topocho de un titiaro, palabras que ni siquiera tienen traducción al cirílico? De lo que sí saben los rusos y que es lo que explica su presencia en el sur del lago de Maracaibo es de “restablecer el equilibrio estratégico”, a su juicio alterado por la asistencia militar norteamericana a Colombia.


Es lo que hacen en el puerto de Tartus, al noreste de Siria, ante el sistema de radares instalado por EEUU en el Negev; en Bielorrusia, donde justifican el apoyo al tirano Lukashenko por el despliegue occidental en Polonia y la República Checa; o peor aún, con la ocupación de las provincias de Abjasia y Osetia del Sur, en la república de Georgia, con el pretexto de frenar la expansión de la OTAN en el Cáucaso. Por cierto, Venezuela es uno de los poquísimos países que reconoce la “independencia” de estas provincias, unilateralmente declarada por Rusia.



No es nuevo que la empresa rusa de exportaciones militares provea al régimen chavista de un número no especificado de misiles S-300, de aviones Sukhoi, tanques y fusiles Kalasnikov, además de la correspondiente transferencia tecnológica, según proclama la propaganda oficial.



Se impone concluir que el futuro del sur del lago de Maracaibo es convertirse en un centro de operaciones militares (regulares e irregulares) dirigido contra Colombia y según las declaraciones del Kremlin, “promover la creación de un mundo multipolar” para enfrentar la hegemonía americana.



Es imposible no advertir que la toma del sur del lado se ha hecho no de acuerdo con un plan de reforma agraria, de naturaleza civil por antonomasia, sino como parte de un plan operativo de carácter militar, con desplazamiento de tanques y tropas, que generalmente no sirven para arar la tierra ni ordeñar vacas.



Abiertamente las fuerzas armadas se utilizan contra los productores agropecuarios y no para combatir a las guerrillas de las FARC y ELN asentadas en la zona, que ahora podrán desenvolverse con más comodidad.



Por otra parte están las denuncias del analista financiero, experto en problemas de blanqueo de capitales, Kenneth Rijock, de que “misiles iraníes Shehab apuntan a Colombia”; los centros islámicos establecidos por Hamas y Hezbolá en la sierra de Perijá y si se añade la entrega del Hato Piñero a Libia, con el añadido de que allí se explota uranio, son varias balas en el tambor.



Un toque intrigante es que el encargado de la construcción del puerto de Tartus, segundo jefe de la inteligencia militar rusa en el exterior (GRU), el general Yuri Ivanov, desapareció en agosto cuando se dirigía a una reunión con sus pares sirios y reapareció flotando en las vecinas playas de Turquía. Noticia que la prensa rusa, fiel practicante de la información veraz, divulgó en septiembre pasado diciendo que se ahogó mientras nadaba, plácidamente.



El hecho geográfico duro es que Tartus está cerca del puerto turco en que desemboca el estratégico oleoducto Bakú-Tibilisi-Ceyhan, que pasa a través de la desmembrada Georgia; finalmente, su organización (GRU) tiene el encargo de perseguir y exterminar a rebeldes chechenos en el exterior.



Cruel ironía: Rusia enfrenta a EEUU por un lado, pero por el otro, Irán apoya a los fundamentalistas que quieren crear un califato en el Cáucaso. Es una guerra real y el general Yuri Ivanov, antes de venir a cultivar plátanos al sur del lago, cayó en manos de musulmanes shiítas, las mismas que están metidas hasta el codo tanto en Siria como en Venezuela.



Por la irresponsabilidad de pocos y el no querer ver de muchos, los venezolanos podemos despertar un día en medio de una gran conflagración.



Las sectas bíblicas gustan llamarla “Armagedón”.



LA SEGUNDA MUERTE DE FRANKLIN BRITO



¿Cómo olvidar que fue el ministro Juan Carlos Loyo quien visitó al productor Franklin Brito una semana antes de su muerte en el Hospital Militar, donde estaba retenido contra su voluntad, para luego decir que por respeto a él y a su familia no revelaría lo que conversaron?



Lo que sí quiso dejar claro fue que: “No existe ningún proceso de expropiación, ni de robo, ni de usurpación de tierras (…) no existe ninguna ocupación ilícita, ni ningún tipo de afectación de la que comúnmente muchos medios privados hacen eco, que si confiscaciones y cosas por el estilo”. Lo único que le faltó decir es que tampoco existía el mismo señor Brito, como cualquier preso político.



Es el mismo que ahora aparece sentado en la mesa de la cocina del también productor agropecuario Chucho Melean dándole una suerte de ultimátum, con una columna de tanques afuera, para que se rinda y entregue todo lo que tenga.



Es curiosa esta posición del ministro Loyo, siempre a horcajadas entre el mundo civil y militar, al punto de que algunos comentaristas han dudado si no será uno de esos oficiales en servicio que se ofenden si les mencionan su grado militar antes del nombre, confusión abonada por la dificultad de saber en qué parte de las atribuciones de un ministro de tierras está el arengar tropas de asalto, con camiseta del Che Guevara y pistola al cinto.



Pero no, en su escueto currículo sólo se dice que es “economista”, sin ninguna constancia de que sepa algo de tierras o agricultura; lo que sí salta a la vista es que no sabe nada de negocios. Todavía se enseña en las universidades que la violencia es un vicio del consentimiento que invalida la declaración de voluntad, por tanto, las declaraciones rendidas con un tanque apuntando a la casa de familia no puede considerarse como expresión de consentimiento.



Esto forma parte de una fantasía bélica que hace que los hechos se figuren como si se tratara de un armisticio con una fuerza enemiga vencida en batalla; pero en la vida real, se trata de operaciones civiles ordinarias, como una compra-venta o, en este caso, de una venta forzosa, con la particularidad de que el comisario se toma la libertad de no pagar por los bienes de que se apropia.  



Ofrece el pago de bienhechurías; pero seguro que en el presupuesto del ministerio no hay ninguna partida destinada a esos loables propósitos. Quizás pueda desearse que los días de Chucho Melean sean más largos que los de Franklin Brito, pero no que su suerte sea distinta, a juzgar por el negociador.



La verdad sea dicha, en Venezuela se ha producido una suerte de capitulación universal al derecho de propiedad desde el momento en que se acepta un concepto tan vago como la “causa de utilidad pública y social”, que nunca ha sido definido en ninguna parte y se presta a cualquier interpretación.



Cualquier cosa puede ser de “utilidad pública y social” y no existen criterios fiables para establecer qué cosas “no son” de utilidad pública y social. ¿Por qué este negocio, edificio, terreno, sí y aquél otro, no? Aceptarlo como moneda corriente equivale a una renuncia general a toda garantía sobre los bienes propios, que quedan sujetos a un criterio arbitrario.



Otro punto no menos grave es la supuesta función social de la propiedad y la creencia extendida de que ésta depende de la productividad. Idea completamente ridícula, porque en un régimen de economía abierta, quien tenga un bien improductivo se condena a sí mismo y no necesita que venga ningún funcionario a confiscarlo con esa falsa motivación.



¿Quién puede calificar la productividad de un fundo sino su propio dueño? El criterio de la ociosidad es aberrante, porque pretende “salvar” al propietario de su propia torpeza, pero alegando una finalidad de interés colectivo o bien común.



En verdad, la eliminación de la propiedad privada es parte del proyecto estratégico comunista, reducirlo a casos individuales y concretos es absurdo, irreal y suicida.
 

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