jueves, 10 de febrero de 2011

La soja y los "feed lots" arrinconan al típico gaucho argentino

Ya no son las autoridades y las leyes de la ciudad las que arrinconan al gaucho argentino, pero el avance de la soja y de los "feed lots" amenazan con hacer desaparecer este personaje indómito de la rica pampa húmeda.

"En muchos campos, en lugar de caballos hay cuatriciclos para arrear al ganado", dice a la AFP Lisandro Foral mientras conduce su moderna camioneta por la enorme hacienda de 3.800 hectáreas de la que es encargado, ubicada cerca de San Antonio de Areco, a la vez que está atento a su celular y al GPS.

"El gaucho clásico se va acabando, pero en esta zona somos muy tradicionalistas y mantenemos algunas costumbres", agrega Floral, de 30 años, que utiliza la boina clásica del gaucho, aunque cambió la bombacha (pantalón ancho) por el jean, y las alpargatas tradicionales (suela de soga) por otras de goma fabricadas en China.

San Antonio de Areco, enclavada en el corazón de la pampa húmeda a 112 km al noroeste de Buenos Aires, se convirtió en meca de turistas estadounidenses y europeos que van con la idea de toparse con un gaucho en cada esquina, informados que allí además está el mayor museo gauchesco argentino.

"Los turistas extranjeros preguntan dónde pueden encontrar un gaucho y les respondo que están trabajando en los campos pero por la noche los pueden hallar en el boliche (bar), cuando van después de la faena. A veces van a caballo, a veces en camioneta", dice a la AFP, Patricio Santos Ortega, director de Turismo de San Antonio de Areco.

De esa ciudad rodeada por los más caras explotaciones rurales de Argentina es oriundo además el escritor Ricardo Güiraldes, autor de "Don Segundo Sombra", una de las dos obras más conocidas de literatura rural junto al "Martín Fierro", de José Hernández, quienes retratan el estilo de vida del gaucho.

"Esa figura que era perseguida en el siglo XIX se va adaptando a los tiempos modernos, y se diluye. Es como si lo hubieran domesticado. El gaucho no tenía un patrón, era su propio jefe, aunque mantiene tradiciones, como la vestimenta", dice Santos Ortega, un experto en temas sociales de la vida rural.

Al resaltar la preservación de ciertas costumbres, el experto dice que en San Antonio de Areco, de 25.000 habitantes, "quienes instalaron una discoteca se han fundido (bancarrota), porque los pobladores, incluso los jóvenes, mantienen la tradición de las peñas (cantinas), donde se escucha y baila música folklórica regional".

"Técnicamente el gaucho 'chúcaro' (retraído y hermitaño) prácticamente desapareció a mediados del siglo XIX cuando se comenzaron a instalar los alambrados en las haciendas y ya no podía recorrer en libertad a caballo o a pie grandes extensiones rurales", explicó.

Ese proceso se acelera años más tarde con la leva, cuando al gaucho lo buscaban para reclutarlo para el servicio militar obligatorio, derogado en 1994, y las autoridades lo consideraban "vago (holgazán) y 'malentretenido'".

Pero el golpe mayor a esa figura típica argentina lo está dando la fuerte transformación agropecuaria, a través de una alta tecnificación, sumado a la aparición de los "feed lots", los corrales de encierro para engorde de ganado, así como por el avance de la frontera agrícola con la fiebre de la soja.

El avance de los feed lots y de la soja arrincona la clásica estampa del gaucho que arrea a las vacas montado a caballo.

El 50% de la carne que se consume en Argentina ya proviene de la ganadería intensiva y se estima que en cinco años más, la producción en "feed lots" será superior a la producción tradicional, conformando un esquema que excluye al gaucho típico.

La soja ya ocupa 18,5 millones de hectáreas en Argentina y es su principal fuente de divisas por 6.000 millones de dólares anuales.

"Los últimos 10 años, el avance de la soja en Argentina ha desplazado a la ganadería de suelos que ahora son aptos para la agricultura. Estamos hablando de cerca de cinco millones de hectáreas", señala Pablo Adreani, experto agrícola.

Algunos gauchos "chúcaros", rebeldes y solitarios, aún subsisten en "el interior profundo de Argentina, aunque son muy pocos y es muy difícil encontrarlos", señala Santos OrtegA.

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